El choque interno entre el diputado Salvador Arias y el candidato presidencial del FMLN, Mauricio Funes, ya no lo pueden disimular aunque lo intenten.
Ayer, ambos políticos estuvieron en entrevistas televisivas, por separado, en las que les interrogaron sobre el pleito entre ambos, y que se habría desatado desde que Arias cuestionó la candidatura de Funes, porque no lo considera un revolucionario como lo establece el ideario del FMLN.
Ante las preguntas que le hicieron a Funes sobre el punto, en canal 12, él minimizó la importancia del liderazgo que Arias pueda tener dentro del partido. Luego remarcó la visión distinta que hay entre los dos por el proceso económico que debería tener el país, si ganan en 2009.
'Yo tomaré las riendas del aparato de Estado y llevaré a cabo mi programa de gobierno, lo que piense Salvador Arias me tiene sin cuidado', externó Funes.
Arias, por su parte, en la entrevista en canal 33, restó importancia a lo que Funes ha expresado en su contra sobre su desempeño como legislador. Funes afirmó la semana pasada que no ha sido un buen diputado.
Y cuando a Arias le insisten sobre el asunto, prefirió no opinar, y se escudó en que hay asuntos que merecen más importancia que ese, en referencia a declaraciones de Funes.
Respecto al documento que Arias validó hace un año, tal como que se publicó ayer en este periódico (en el que cuestiona la candidatura de Funes), el candidato presidencial le envió una respuesta a Arias.
'Si esa fuera la opinión del FMLN, de la institucionalidad del FMLN, yo no sería candidato a la presidencia... esas opiniones son de un militante del FMLN, pero que no tienen ningún peso específico en la estructura partidaria', aseveró el aspirante.
Desde las órdenes políticas de Cuba pasando por la chequera venezola, Funes y el FMLN solamente son una pieza más que se mueven entre los verdaderos alfiles de batalla como lo son las FARC, Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia
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El FMLN es un imperio a pequeño escala: No tiene amigos, solo intereses de momento. Y es que tal como el genésis del Antiguo Testamento, la historia del partido de izquierda salvadoreño se ha visto enrojecida por el apuñalamiento por la espalda entre supuestos "hermanos", motivados por una manzana de la tentación que ha tomado la forma de los más diversos matices, desde las ansias de poder hasta la simple satisfacción del ejercimiento de la violencia.
Es fácil reconstruir la historia del FMLN y de sus llamados socios, miembros o ahora denominados amigos. Todos han sido asesinados, purgados, expulsados o condenados al olvido si no se han querido sumar a las posiciones más radicales de los dirigentes del FMLN.
Desde el 70, cuando Roque Dalton, uno de sus pocos intelectuales, fuera cobardamente fusilado por sus mismos compañeros (que se decían luchar contra las injusticias) y su cadáver semi sepultado entre los ríos inmóviles de la lava de El Playón (de la misma forma en la que ellos acusaban a los Escuadrones de la Muerte de hacerlo); llegando a los 80, cuando la simple excusa de ser oreja, espía de la CIA, derecha o contrario bastó para que el FMLN exterminara a cientos de sus combatientes y cuyos pocos casos llegaron a ver la luz pública como el de Mélida Anaya Montes, apuñalada con un picahielo por órdenes de su jefe y compañero sentimental Salvador Cayetano Carpio, quien no dudó después en apuntar el arma contra sí mismo.
Hasta llegar a los 90, cuando en agradecimiento a su máximo estratega militar, quien los libró de perder por la via de las armas durante doce años, el Partido Comunista decidió expulsar a Joaquín Villalobos bajo las acusaciones de la herejía de alcanzar un nuevo pacto con el gobierno. Con él salieron personajes, que como ellos mismos alaban, habían dejado su sangre por sus ideales: Ana Guadalupe Martínez, Jorge Meléndez, etc. Eran anatemas de la izquierda sólo por pensar diferente.
Hasta llegar a épocas más recientes, donde personajes que le han sido tan útiles al FMLN como los alcaldes Héctor Silva y Carlos Rivas Zamora han sido vomitados de las entrañas rojas, que sintieron asco y no supieron digerir un pensamiento más abierto y democrático. Solo basta recordar que Héctor Silva fue brutalmente desconocido porque quiso evitar más polarización y ofreció una vía maldita para el FMLN: el diálogo. Óscar Ortiz, el edil tecleño, se salvó de esa purga sólo porque fue más hábil y dio señales de la principal virtud para un dirigente efemelenista: sometimiento
Y así una larga lista de miembros que pronto se verá engrosada con un nombre más: Mauricio Funes Cartagena, que caerá al olvido rojo al perder las elecciones o cuando trate de liberarse de las cadenas que lo oprimen dentro de su partido. Veamos qué pasa primero
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